La región no sólo enfrenta olas de calor y lluvias intensas; en medio de ese clima dual, la naturaleza responde con su propio mecanismo de defensa: colmillos, aguijones y glándulas venenosas. En lo que va del año, el estado ha registrado 140 casos de accidentes por contacto con animales ponzoñosos, de acuerdo con cifras recientes del Sistema Nacional de Vigilancia Epidemiológica.
Estos no son simples encuentros. Son colisiones entre la urbanización y la vida silvestre, encuentros que muchas veces ocurren en los sitios más cotidianos: patios, cocinas, recámaras.
De esos casos, 7 fueron mordeduras de serpiente cascabel, con víctimas predominantemente masculinas (6 hombres y una mujer), a los que se suman 17 mordeduras por otras serpientes tóxicas. Las picaduras de alacrán —que muchas veces pasan desapercibidas hasta que el veneno hace su trabajo— suman 47 reportes, mientras que las picaduras o intoxicaciones por otros animales ponzoñosos ascienden a 39 casos. Las arañas también han hecho lo suyo: 8 casos por viuda negra, 3 por araña violinista y otras 19 por especies menos tóxicas.
Hugo Sánchez Cervantes, ingeniero agrónomo e investigador ambientalista, lo explica con claridad: "Las altas temperaturas combinadas con las precipitaciones aumentan la presencia de víboras y alacranes en los hogares. La gente no lo nota, pero están ahí", expresó.
Hizo un llamado a la prevención no sólo desde el control físico, sino desde el conocimiento.