La vuelta a clases de este ciclo escolar estuvo marcada por la desesperación y caos en la zona centro de la ciudad, donde largas filas de padres de familia saturaron las tiendas en busca de los uniformes escolares que, a última hora, escasearon y registraron un súbito incremento en sus precios.
Desde tempranas horas de la mañana, padres de familia intentaron adquirir las prendas necesarias para sus hijos, pero para muchos la misión resultó imposible. A pesar de los esfuerzos, algunos no lograron concretar la compra de blusas, playeras, faldas y pantalones, lo que generó un ambiente de tensión en las principales tiendas de la zona.
Luis Castillo, encargado de una tienda de uniformes escolares, explicó que algunos padres se anticiparon al comprar uniformes al finalizar el ciclo escolar pasado, agotando las existencias. Con esos ingresos, los comerciantes priorizaron la compra de uniformes de nivel medio superior, dado que estos estudiantes regresaron a clases antes que los de primaria.
"Primero se vendieron los del Cobach, Cbtis, Conalep, Cetac, y luego se invirtió en los uniformes de primaria. Pero como la demanda a nivel nacional es tan alta, algunos proveedores no llegaron a tiempo con la mercancía esta semana, lo que ocasionó que varios padres hicieran múltiples visitas sin éxito. Hoy tenemos saturadas dos sucursales en plena zona centro", explicó Castillo.
Los precios de los uniformes han sufrido un incremento del 20% respecto al ciclo escolar anterior, siendo los uniformes para niños los más afectados. Por ejemplo, una playera para un niño de 10 años rondaba los $200 pesos, mientras que un pantalón costaba entre $280 y $300 pesos, sumando casi $500 pesos solo por esas dos prendas.
Ante la escasez, algunos padres de familia recurrieron a tiendas de ropa y autoservicio para intentar encontrar prendas similares, como pantalones, blusas, camisas o faldas, en los colores requeridos, pero muchos se encontraron con estantes vacíos.
La situación ha dejado en evidencia la falta de previsión por parte de los padres y la limitada capacidad de respuesta de los comercios ante un fenómeno recurrente cada inicio de ciclo escolar.