El asteroide 2024 YR4 mantiene en alerta a la comunidad científica internacional. Cuando fue descubierto en diciembre de 2024, los primeros cálculos arrojaron un panorama inquietante: existía un 3 % de probabilidad de que impactara la Tierra en 2032. Con el paso de los meses, las observaciones permitieron reducir ese riesgo casi a cero, hasta dejarlo en un 0.28 % en febrero de 2025. Sin embargo, un nuevo escenario ha encendido las alarmas: la posibilidad de que este objeto de unos 60 metros de diámetro choque contra la Luna.
Los especialistas calculan que existe un 4 % de probabilidad de impacto en nuestro satélite natural. Aunque pueda parecer lejano o incluso irrelevante, las consecuencias podrían sentirse más cerca de lo que pensamos. Un choque de esta magnitud podría levantar grandes cantidades de regolito, la capa de polvo y rocas que cubre la superficie lunar, y multiplicar hasta mil veces la cantidad de micrometeoritos que orbitan cerca de la Tierra en cuestión de días.
Esa nube de partículas representaría un serio peligro para satélites, astronautas y estructuras espaciales como la Estación Espacial Internacional. Incluso los fragmentos más pequeños, al viajar a gran velocidad, serían capaces de perforar equipos y trajes espaciales.
Ante este panorama, los científicos evalúan posibles estrategias de defensa. Una de ellas sería desviar al 2024 YR4, aunque la tarea es sumamente complicada. El principal obstáculo radica en que se desconoce con precisión la masa del asteroide, lo que hace difícil calcular la energía necesaria para moverlo sin riesgo de redirigirlo hacia la Tierra. Las estimaciones actuales varían enormemente: entre 33 y 930 millones de kilogramos.
Otra alternativa, mucho más drástica, es destruirlo. La primera opción sería una misión de impacto cinético, como la que en 2022 logró modificar la trayectoria del asteroide Dimorphos. La segunda, más polémica, contempla el uso de un artefacto nuclear de un megatón. Ambas requieren plazos ajustados y coordinación internacional.
Aunque el escenario más probable –en un 96 %– es que el asteroide pase de largo sin consecuencias, la situación abre la puerta a un debate urgente: la necesidad de perfeccionar las estrategias de defensa planetaria. Una misión de reconocimiento en 2028 podría dar más certezas sobre la masa y trayectoria del 2024 YR4, pero los tiempos son apretados y los recursos limitados.
Por ahora, la humanidad observa con cautela. El 2024 YR4 podría terminar como un visitante inofensivo del espacio o convertirse en un recordatorio de lo frágil que puede ser nuestra seguridad frente a los caprichos del universo.