Maíz envenenado

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Por: RedacciónFecha: 08/15/2025 09:08 A.M.

México, cuna ancestral del maíz, enfrenta hoy una realidad alarmante: más del 90% del maíz que consume proviene de semillas transgénicas importadas principalmente de Estados Unidos, bajo el control de la poderosa corporación Monsanto-Bayer, este maíz, modificado genéticamente y protegido por patentes internacionales, no brota en las tradicionales milpas mexicanas ni respeta los rituales que durante siglos acompañaron su cultivo. En cambio, llega a México desde extensos monocultivos en estados como Iowa y Illinois, donde es rociado repetidamente con glifosato, un herbicida clasificado por la Organización Mundial de la Salud como "probablemente cancerígeno".

Desde la entrada en vigor del Tratado de Libre Comercio de América del Norte en 1994, la dependencia del país al maíz extranjero se ha disparado. En 2024-2025, México prevé importar casi 25 millones de toneladas, cifra que supera ampliamente la producción nacional de estados enteros y equivale a más del doble del consumo de frijol del país. Sin embargo, la ley mexicana no obliga a etiquetar ni monitorear la presencia de maíz transgénico, lo que impide a los consumidores saber si lo que compran está modificado genéticamente o contaminado con herbicidas.

Organizaciones civiles como Sin Maíz No Hay País y Demanda Colectiva Maíz exigen precaución y rechazan el cultivo de semillas transgénicas sin garantías científicas claras. Por su parte, Monsanto-Bayer asegura que sus productos son seguros y cumplen con los estándares regulatorios, aunque múltiples investigaciones independientes han encontrado residuos de glifosato en productos de consumo diario como tortillas y harinas, incluyendo marcas populares como Maseca.

Además del riesgo sanitario, el daño genético preocupa a campesinos y científicos. Estudios de la UNAM, CONABIO y otros organismos han detectado contaminación genética en comunidades rurales, poniendo en peligro la biodiversidad del maíz nativo. Con el reciente fallo del T-MEC que obliga a levantar restricciones a las importaciones transgénicas, México pierde herramientas para proteger sus semillas tradicionales.

Para los campesinos, la situación es aún más grave: la propiedad intelectual de Bayer-Monsanto sobre las semillas puede ponerlos en riesgo legal si sus cosechas son contaminadas accidentalmente por polen transgénico, enfrentando demandas por "uso indebido" sin haber sembrado estas variedades.

Esta batalla no es solo agrícola, sino cultural y jurídica. El maíz, símbolo de identidad y soberanía alimentaria para México, está hoy en manos de corporaciones extranjeras. La salud pública, la diversidad biológica y el derecho a decidir sobre lo que se siembra y consume están en juego, mientras millones de mexicanos comen sin saber que el grano que llega a sus mesas ya no es sólo su herencia, sino también un producto patentado y controlado desde el extranjero.