No me diga que usted no ha ido a un mercado mexicano: ya tianguis, ya mercado público, ya plaza… en donde lo mismo conviven naranjas dulces, limón partido...con jitomates, cebollas, chiles de todos los picores, que hacen mirar al infierno y sus diablillos, hierbas finas, carne-comida-sustento… y aromas a delicias del campo y delicias de lo que habrá de ser el alimento nuestro de cada día… ¡El olor de las guayabas, los mangos, las guanábanas! ¡Y sus colores! Todo el universo cromático ahí mismo, a ojos vista.
Y no me diga que si va al tianguis-mercado público-plaza no se anima su corazón al paso de: “¡Pásale, pásele, marchanta! ¡Güerita, güerita, pásele, pásele! ¡Por preguntar no se cobra! ¡Bara, bara, bara que sí! ¡Sí hay, sí hay… y bien! ¡Ahí le va su pilón! ¡¡Llévele, llévele, jefecito, llévele! ¡Pruebe, sin compromiso! ¡¡Aquí está su rorro con todo bueno, bonito y barato! ¡Chécale carnal-carnala!… ¡Ese güerito de los lentes… mire-mire…!...” Toda una sinfonía de palabras, frases, cordialidad y hasta picardía, porque de eso se trata en un tianguis hecho con la más histórica alegría mexicana.